Este fin de semana se decidió el rumbo político que seguirá mi país, Argentina. Fue elegido un presidente de ultraderecha con un discurso violento y un plan de acción que incluye privatizaciones y flexibilización laboral además de una serie de medidas como derogaciones de leyes (del aborto y el matrimonio igualitario, entre otras) y otras decisiones que tienen que ver con un pensamiento homofóbico, misógino y de desprecio de todas las minorías. Argentina será, a lo largo de cuatro años, el laboratorio de un experimento socio-económico sin precedentes, en manos de mandatarixs que han construido su campaña sobre la base del odio y el negacionismo.
Estamos, con mi entorno, que no lo votó, consternadxs. Parece una pesadilla pero es verdad, es el resultado de la democracia y de gobiernos progresistas que no supieron controlar una inflación del 140% que no nos deja vivir hace años. Como dice García Linera, hemos sido dañados en nuestra economía, en nuestra relación más íntima con el dinero, con nuestro dinero, que no nos sirve para nada, una de la alienaciones más dolorosas de este sistema.
En el medio de este caos, yo me resguardo en Cuerpescritura. Recuerdo cuánto para hacer hay desde nuestros sueños con las personas que amamos y nos comprenden.
Son conocidos los vínculos entre el Poder y el libro, o la Escritura, dice Barthes en Variaciones sobre la escritura. Y también es sabida la relación entre los cuerpos y el poder, el poder de los cuerpos, y toda esa combinación infinita. Todo está por hacerse, por pensarse y por sentirse a cada momento. La resistencia que aconsejan lxs poetas, artistas, pensadorxs, como modo de respuesta, pasa por ese trabajo de hormiguita, día a día, segundo a segundo.
Pero antes el duelo.
Dejar que el cuerpo sienta esto que se siente como un desmoronamiento a cada minuto. Dejar que el cuerpo caiga si es necesario. Escribir lo que nos pasa. O lo que no nos pasa. O no escribir. Dejar caer la mano. Dejar. Dejarse amar y abrazar por lxs que no hacen daño.
Y ahí sí, seguir con la mirada en el horizonte. El poder no a cualquier precio, porque, ya sabemos, nadie sabe lo que puede, y sobre todo lo que no puede, un cuerpo.
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