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La escritura como ritual

Biodanza se realiza a través del encuentro, cada clase es un ritual. Desde que entré en este mundo, he vuelto a plantearme esto de la escritura y el cuerpo. Me he cuestionado muchos lugares comunes acerca de la escritura, zonas del discurso que tenemos anquilosadas. Algunos de esos estereotipos son los que conminan a la escritura a una actividad de elite, un podio difícil de alcanzar, algo, en el fondo, alejado de la vida (cuerpos dolidos, doblados, solitarios, en un cuarto, escribiendo). Es lo que hace que tantas personas digan “yo no sé escribir”, siendo alfabetizados, plataforma desde la cual podemos empezar. Es otra forma, sutil, de alienación.

He vuelto a leer a Barthes, a quien recurro desde hace muchos años por mis clases de Semiótica en la Universidad y porque estuve muchos años en un proyecto de investigación sobre su obra. Él me brindó una mirada, la mirada desnaturalizadora. No es natural que la escritura esté separada de la vida, no lo es.

Uno de los textos a los que regreso es “Variaciones sobre la Escritura”. Barthes discute ahí la idea de la escritura como medio de comunicación: “La historia de la escritura china es ejemplar en este sentido: esa escritura fue primero estética y/o ritual”, y a continuación, sólo a continuación, fue funcional.

La comunicación es sólo un aspecto de la escritura, un aspecto que la vuelve ancilar, pues está al costado de la vivencia, apuntalándola para que funcione. La escritura como ritual, no; está en el centro como los demás elementos. Es ella misma parte de lo sagrado, aquello que se busca honrar en cada ceremonia. No hablo de religión, sino de lo sagrado en cada une (y por lo tanto en el todo), la única hierofanía que he podido sentir, con todo mi cuerpo.

Recuerdo, cuando asistía a talleres de música tradicional africana, que los cantos y danzas eran parte de la vida cotidiana: voces y bailes para la pesca, para la siembra y la cosecha. Algo así pienso a la escritura del cuerpo: no para hablar sobre algo (aunque puede hacerlo y todo es bienvenido), sino para hablar, así, sin objeto, disfrutando de que es un cuerpo, en vivencia con otros cuerpos, en un momento y espacio que no volverán a repetirse.




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